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Galeano, el hijo de sus días.

Actualizado: 3 sept 2020

Por Sergio Rinaldi



Y los días se echaron a caminar, y nos hicieron a nosotros, que así fuimos nacidos, nosotros, los hijos de los días, los averiguadores, los buscadores de la vida.

(El Génesis, según los mayas).



Hoy cumple 80 años Eduardo Galeano.


La última vez que lo vi fue en el verano de 2015, cruzaba la Plaza de los Olímpicos, como una ráfaga de luz, hacia la rambla sur.


Siempre lo había imaginado por las calles montevideanas desafiando el sol; su camisa remangada y desabotonada, con sus brazos extendidos en cruz como intentando atrapar al viento.


Así fue aquella mañana.


Nos dimos un delicado abrazo, sentí cercana la alquimia de su alma de escritor, el peso de su compromiso y la liviandad de un cuerpo, frágil, que no podía ni quería disimular, con dignidad, su poca vida.


Recién había vuelto de mi larga estancia en Cuba y fue la excusa para recordar cuando compartimos allá su inolvidable visita de despedida a la Isla, en el invierno boreal de enero de 2012.


Llegó invitado por el Centro Onelio Jorge Cardoso y la Casa de las Américas, para realizar un encuentro-taller con jóvenes narradores, y a recibir el Premio de Narrativa José María Arguedas por su libro: Espejos, una historia casi universal, respectivamente.


Pero más acá de estas dos poderosas razones, desde sus primeras declaraciones en el aeropuerto José Martí quedó claro que también deseaba ordenar 'papeles' entre algunos desencuentros con la Revolución cubana y la autoridad de su inquebrantable defensa.


A Galeano le gustaba decir con Carlos Fonseca Amador “que amigo es el que critica de frente y elogia por la espalda. Y según dice la experiencia, el amigo de verdad es amigo en las cuatro estaciones. Los otros son amigos del verano, nomás.


Habían pasado 10 años de su última visita, se lo veía tranquilo y afable en la improvisada rueda de prensa que se transformó pronto en una conferencia, cautivados por su inconfundible estilo pausado, casi susurrando, masticando cada palabra antes de convertirlas en dianas, a la mente y el corazón.


Dijo volver a Cuba sin haberse ido, porque la Isla siguió viva siempre dentro suyo, en sus palabras, en sus actos y memoria, una memoria viva de todo lo que de ella recibió.


En aquella oportunidad, con total vigencia hoy, aprovechó para convocar a que nadie fuera neutral: "el mundo está dividido entre los indignos y los indignados, esta crisis que vive el planeta entero condena a mucha gente a aceptar lo inaceptable: la falta de trabajo, de comida y de perspectivas de vida, y la indignación tiene tal capacidad de contagio que nada la puede parar".


Si bien Galeano nunca ocultó su admiración por la Revolución, para él “un ejemplo de dignidad nacional y solidaridad en un mundo donde el patriotismo es un derecho negado a los países pequeños y pobres”; nunca ocultó algunas diferencias o dudas con el derrotero que siguieron a los vientos de cambios iniciales:


... la mala conciencia no me enreda la lengua para repetir lo que ya he dicho: no creo, nunca creí, en la democracia del partido único (tampoco en los Estados Unidos, donde hay un partido único disfrazado de dos), ni creo que la omnipotencia del Estado sea la respuesta a la omnipotencia del mercado .


Discrepó con aquellos juicios sumarios a los cubanos que habían secuestrado barcos y un avión, en medio de una escalada de agresiones y amenazas del gobierno de George W. Bush, que culminaron con fusilamientos.


Son muy malas noticias, noticias tristes que mucho duelen, para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan.


Pero siempre dejó clara la frontera de sus principios y el compromiso con el destino de un pueblo que amaba.


Han de ser los cubanos, y sólo los cubanos, sin que nadie venga a meter mano desde afuera, quienes abran nuevos espacios democráticos, y conquisten las libertades que faltan, dentro de la revolución que ellos hicieron y desde lo más hondo de su tierra, que es la más solidaria que conozco ”.


Sus palabras generaron mucho ruido por siniestra. Luego de su publicación en Brecha, fui a cubrir otra marcha multitudinaria del 1º de Mayo en la Plaza de la Revolución de La Habana, y los colegas cubanos me "esperaron" sin ruegos y con el mazo dando, ausentes de matices y de memoria.


Años después, esos mismos periodistas cubrían cada detalle de cada momento en cada lugar que Galeano compartió decires y regaló su sonrisa bonachona, durante sus últimos seis días en Cuba que conmovieron a La Habana.


Y así fue, sin exageración.


Desbordó de público cada una de las actividades programadas, con un sello de identidad: la mayoría eran jóvenes universitarios, niños cuando el escritor había visitado por última vez la Isla, que lo persiguieron, al decir de Retamar, como si fuera una estrella de rock, con libros de él en sus manos para testimoniar un recuerdo sobre página o arrancarle una instantánea inolvidable.


Aquella tarde en la Casa de las Américas no cabía un alfiler; afuera, la esquina en ochava de 3ra. y G estaba rodeada, copada de un público que crecía hacia el Malecón, apretujado, buscando el mejor lugar para seguir desde un par de pantallas gigantes y columnas de audio, el rostro del escritor y sus palabras, amplificadas.


El emblemático Árbol de la Vida, del reconocido artista mexicano Alfonso Sotelo, que corona la sala Che Guevara de la Casa, dejó por un instante el imán de su belleza para que toda la atención se enfocara en Eduardo y Roberto.


El murmullo se fue apagando como el lento desplazamiento de un telón que introduce al espectador en una experiencia sensible, única.


El anfitrión abrió el fuego: “no se suele decir que los profesores, los maestros, aprenden mucho de sus alumnos, y tampoco se suele decir que en ocasiones los premiados por la Casa de las Américas, premian a la Casa de las Américas, este es el caso de este libro... ”.


Galeano recibió de su amigo el obsequio de una obra del plástico cubano Roberto Fabelo y ya no pudo disimular su emoción: Esta Casa es mi casa, la casa nuestra. Y porque así la siento, y así la sé, he sido y seguiré siendo su siempre amigo... ”.


Un día antes, en un encuentro íntimo en la oficina de Retamar, recordaron juntos una anécdota increíble que relaciona a la Casa con su emblemático título de 1971, Las venas abiertas de América Latina:


“Escribí el libro para poder llegar a tiempo al concurso Casa. Recoge cuatro años de viajes y andares... trabajaba en la Universidad y en editoriales privadas, ocupándome de corregir textos sobre la vida sexual de los ratones, y solo por la noche escribía en máquina... noventa noches sin dormir hicieron posible que entregara a la embajada de Cuba el original de Las venas… que perdió el concurso. ¡Mi amor por la Casa de las Américas no empezó siendo correspondido [ríe], era como una pasión inútil!”


Aquel jurado de prestigiosas figuras de la izquierda, según se supo después, consideró que el libro no era lo suficientemente serio como para recibir el Premio... “era un período en el que todavía la izquierda confundía la seriedad con el aburrimiento. Por suerte, eso fue cambiando y en nuestros días se sabe que el mejor aliado de la izquierda es la risa”.



Ese "desencanto" inicial dejó paso a una fértil relación que se diversificó y enriqueció en el intercambio: como jurado de Concurso, en ediciones de sus libros, en textos para su Revista, en Semana de autor y en premios reconocidos.


En el discurso inaugural del Premio Casa, Galeano rescató ese fuego sagrado que lo unió desde las raíces a la institución fundada por Haydée Santamaría:


Fe de erratas. Donde dice: 12 de octubre de 1492, debe decir: 28 de abril de 1959. En ese día de abril fue fundada, en Cuba, la Casa que más nos ha ayudado a descubrir América y las muchas Américas que América contiene. La otra fecha, la de octubre, rinde homenaje a sus presuntos descubridores, esos que la historia oficial aplaude, pero ellos fueron más encubridores que descubridores: iniciaron el saqueo colonial mintiendo la realidad americana y negando su deslumbrante diversidad y sus más hondas raíces. En cambio, la Casa de las Américas, nacida de la Revolución cubana, lleva más de medio siglo ayudándonos a vernos con nuestros propios ojos, desde abajo y desde adentro, y no con las miradas que desde arriba y desde afuera nos han humillado desde siempre.


Cuando recibió su Premio no extrañó que se detuviera en el nombre que lleva, José María Arguedas, lo admiraba y se sentía muy cercano desde el día que lo leyó por primera vez, porque le enseñó “a penetrar en las profundidades de América, de todas sus tragedias y sus fiestas posibles”.


Americanos

Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?

¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?

Lo escucharon los peregrinos del Mayflower: Dios decía que América era la Tierra Prometida. Los que allí vivían, ¿eran sordos?

Después, los nietos de aquellos peregrinos del norte se apoderaron del nombre y de todo lo demás. Ahora, americanos son ellos. 

Los que vivimos en las otras Américas, ¿qué somos? (*)

Se sucedieron lecturas cerradas con estruendosos aplausos o interrumpidas con risas cómplices, reflejo de fieles que se involucraban a sus preguntas contagiosas y en la experiencia vital casi agónica, en tanto intensa, que representan sus textos breves.



Galeano se dejó llevar por el intercambio emocional y lo que parecía tener cierto guión de referencia saltó por los aires, como las hojas que inmolaba a un costado de la mesa, para darle a ese momento único el tono de lumbre memorable.


Intercaló páginas del premiado Espejos... con lo que sería su último título editado: Los hijos de los días, “... una tentativa de colaborar con la recuperación de esos colores perdidos porque estamos ciegos, mutilados por una larguísima tradición de racismo, de machismo, de elitismo, de militarismo y de otros ismos que nos impiden descubrirnos en toda la plenitud de nuestra belleza posible”.



Humanitos

Darwin nos informó que somos primos de los monos, no de los ángeles.
Después supimos que veníamos de la selva africana y que ninguna cigüeña nos había traído desde París.
Y no hace mucho nos enteramos de que nuestros genes son casi igualitos a los genes de los ratones.
Ya no sabemos si somos obras maestras de Dios o chistes malos del Diablo.
Nosotros, los humanitos:
los exterminadores de todo,
los cazadores del prójimo,
los creadores de la bomba atómica, la bomba de hidrógeno y la bomba de neutrones, que es la más saludable de todas porque liquida a las personas pero deja intactas las cosas,
los únicos animales que inventan máquinas,
los únicos que viven al servicio de las máquinas que inventan,
los únicos que devoran su casa,
los únicos que envenenan el agua que les da de beber y la tierra que les da de comer,
los únicos capaces de alquilarse o venderse y de alquilar o vender a sus semejantes,
los únicos que matan por placer,
los únicos que torturan,
los únicos que violan.

Y también
los únicos que ríen,
los únicos que sueñan despiertos,
los que hacen seda de la baba del gusano,
los que convierten la basura en hermosura,
los que descubren colores que el arcoiris no conoce,
los que dan nuevas músicas a las voces del mundo
y crean palabras, para que no sean mudas
la realidad ni su memoria.

 

El murmullo se fue encendiendo, el micrófono cedió paso a diálogos con rostros iluminados de regocijo, los imaginamos como un intento por resguardar los ecos de cada una de las palabras de Eduardo y ponerlas a salvo de la "Memoria del fuego".

Salimos todos abrazados como viejos amigos, fascinados por lo que recién habíamos compartido. Una de las salas protocolo de la Casa nos esperaba para culminar la celebración de la cultura y la integración.

Ingresamos, alguien nos pidió que nos acercáramos a la ventana para comprobar algo inusual: apenas se asomó Eduardo, el público que allí se encontraba empezó a corear su nombre, en una demostración de afecto y adhesión hacia el escritor que seguramente lo acompañó para siempre jamás.


Galeano quedó ensimismado unos minutos, embelesado por aquel gesto, saludó con su mano en el corazón y solo repetía una y otra vez gracias, gracias, gracias... con la misma humildad, la de un grande, con que acababa de cerrar el evento, elogiando de frente a su Casa:

“... gracias, gracias mil, por todo lo que ha hecho y todo lo que sigue haciendo para la revelación de nuestras energías creadoras, mil veces asesinadas y mil veces resucitadas, y gracias, gracias mil, porque esas porfiadas voces renacidas, que nos hablan desde el pasado más remoto y desde el más cercano presente, han encontrado en la Casa un espacio de encuentro y una caja de resonancia que hasta entonces no existían".




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Eduardo Hughes Galeano (3 de septiembre de 1940 -Montevideo- 13 de abril de 2015)

Periodista y escritor uruguayo.


Obras:

1963: Los días siguientes; 1964: China; 1966: Los colores; 1967: Guatemala, país ocupado; 1967: Reportajes; 1967: Los fantasmas del día del león y otros relatos;

1968: Su majestad el fútbol; 1971: Las venas abiertas de América Latina; 1971: Siete imágenes de Bolivia; 1971: Violencia y enajenación; 1972: Crónicas latinoamericanas; 1973: Vagamundo; 1975: La canción de nosotros; 1977: Conversaciones con Raimón; 1978: Días y noches de amor y de guerra; 1980: La piedra arde; 1981: Voces de nuestro tiempo; 1982 - 1986: Memoria del fuego; 1984: Aventuras de los jóvenes dioses; 1985: Ventana sobre Sandino; 1985: Contraseña; 1986: La encrucijada de la biodiversidad colombiana; 1986: El descubrimiento de América que todavía no fue y otros escritos 1988 - 2002; El tigre azul y otros artículos 1962 - 1987; Entrevistas y artículos; 1989: El libro de los abrazos; 1989: Nosotros decimos no: crónicas (1963/1988); América Latina para entenderte mejor; 1990: Palabras: antología personal; 1992: Ser como ellos y otros artículos; 1993: Amares; 1993: Las palabras andantes; 1994: Úselo y tírelo; Planeta; 1995: El fútbol a sol y sombra; 1998: Patas arriba: Escuela del mundo al revés; 1999: Carta al ciudadano 6.000 millones; 2001: Tejidos. Antología; 2004:Bocas del tiempo; 2007: Carta al señor futuro; América Latina para entenderte mejor; 2008: Patas arriba/ la escuela del mundo al revés; 2008: Espejos; 2008: La resurrección del Papagayo; 2011: Los hijos de los días; 2015: Mujeres - antología; 2018: Cerrado por fútbol - antología


Premios


En septiembre de 2010 recibió el premio Stig Dagerman, uno de los más prestigiosos galardones literarios en Suecia, entregado anualmente por la Sociedad Stig Dagerman a aquel escritor que en su obra reconoce la importancia de la libertad de la palabra mediante la promoción de la comprensión intercultural.

  • Premio Lannan Literary Awards a la libertad 1999

  • Doctorado Honoris Causa de la Universidad de La Habana - 2001​

  • Doctorado Honoris Causa de la Universidad de El Salvador - 2005​

  • Se le concede el grado de Comendador de la Orden de Mayo al Mérito de la República Argentina - 2006

  • Doctorado Honoris Causa de la Universidad Veracruzana, México - 2007​

  • Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina - 2008​

  • Profesorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires [2009]

  • Premio Stig Dagerman – 2010

  • Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina - 201121

  • Medalla Bi-100 – 2011

  • Medalla Bi-200 – 2011

  • Premio Casa de las Américas – 2011

  • Distinción Deodoro Roca de la Federación Universitaria de Buenos Aires «por ser un ejemplo para la juventud latinoamericana» (2011).

  • Premio Alba de las letras – 2013

  • Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Guadalajara, México - 2013​




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