Este es el comienzo del viaje al fin de la noche.
Escribo en primera persona despojado de la invención imaginada, pido permiso para detenerme por única vez en este paraje.
¿Quién está preparado para recibir el golpe más fuerte, cuando el corazón late, intenso, apurando la llegada de la felicidad?
El nacimiento de un hijo está rodeado de momentos únicos. Espejos que rescatan rostros cercanos en instantáneas de alegría, descubrimientos y flashes de asombro, entre aires delicados de amor parental.
Son apenas 360 segundos fuera del mundo abisal. Los números llegan fríos. Sus primeros esfuerzos y frecuencias aparecen morosas. El vértigo de sus pies, en el aire, acarician reflejos dormidos. Un toque sutil intenta despertar el tono muscular mientras su piel azulada se rojiza, cambiando de color.
En aquel lejano 1953 Virginia Apgar legó su test, un toque de alfiler que suspira profundo y sostiene sonrisas o provoca señales de preocupación.
Apgar me suena a apagar; a veces llega como mera oscuridad y empuja hasta alcanzar la agónica profundidad que enciende la noche.
Es de noche y tengo miedo, el miedo es el viento, ¿será el viento que por la noche me enfría el cuerpo? No, el miedo es fuego. ¿Es el fuego que, de noche, me lame el cuerpo? –No, el miedo es silencio. ¿Es el silencio que en la Noche, cuando estoy sola, duerme en mi pecho? El miedo es viento que escapa, si no cortas sus alas de hielo; es león de piedra y fuego, salvaje ruge en la trampa de nuestro cuerpo; es silencio, cuando acalla en la sangre valor y riesgo. El miedo es sólo un nombre, un poquito de nada en el pecho. Entonces, ¿el miedo no es la Noche? ¿La Noche no es el miedo? -No, la Noche es el mundo de los sueños. (1)
Todo parecía un sueño.
Despiertas, un año después, despejando capas de arena del corazón, con un dolor redimido por las sonrisas de un niño que quiere sostenerse y no puede, quiere tocarte y no puede, quiere levantarse y no puede.
Pero en cada intento se aferra a tus dedos para impulsarte a la búsqueda de una oportunidad a la esperanza.
A fines de los ’90 del siglo pasado en Uruguay la salud era mercancía de intercambio, concebida para generar ganancias, insensible con los más desprotegidos, a espaldas de una sociedad que ayudó a crearla y no podía usar ese derecho con plenitud. Los niños con parálisis cerebral no cuadraban en el flujo de la caja, su tratamiento era muy caro, e inexistentes los programas multidisciplinarios de técnicos y profesionales.
Condenados estaban a un rincón oscuro, olvidado en alguna escuela pública especial que resistía estoicamente con presupuestos esqueléticos de un Estado neoliberal. El destino infame de ser un moridero de pobres.
Un Profesor grado 4 de Neurología (con apellido de libertador argentino), grado 0 en sensibilidad, ante la consulta de re-conocer otro camino ensayó una respuesta brutal: ¿Tienen otro hijo?
Los bebés suelen llorar y uno no sabe, en la mayoría de los casos, qué hacer, si llorar con ellos o preguntarse qué es lo que ellos saben y que nosotros hemos olvidado. Los bebés son como un lenguaje olvidado. (2)
Veintitrés años pasan en sueños de vigilia.
La imagen se repite: sigo al médico saliendo de la sala de parto, impulsando una incubadora con urgencia. Intento reconocer a mi hijo entre cables y tubos al tiempo que interpelo en su mirada con un desesperado: ¿Qué pasó?
Veintitrés años pasaron y nadie me preguntó que sentí en aquel instante que asistí impávido al crepúsculo de la piedad.
No estamos preparados para momentos así de oscuros, inesperados. La vida nos desafía a resistir y a esperanzar por nuestros hijos como dé lugar.
No existe una escuela que enseñe a vivir más que la vida misma.
Y así fuimos, a tientas, en la noche, en busca de ese otro lugar en el mundo... la Isla Caimán. Porfiando otra oportunidad a la esperanza.
(1) La Noche. Excilia Saldaña (La Habana, 1946-1999) (2) Interview. Roberto Bolaño (Santiago, 1953 - 2003, Barcelona)
Imposible calzar esos zapatos, uno imagina un knock out de angustia y soledad... Abrazo apretado!
Solo abrazo (aunque digan que no se puede) de corazon a corazon
Difícil comentar , las emociones se cruzan con los recuerdos de ruidos de teléfonos urgentes , corridas entre sueños, incrédulos ,asustados , 23 años ya .
Gracias por la pelea y a Cuba por tanta generosidad ,solidaria y vigente