Por Ana Inés Larre Borges.
"Sola, sola y triste,
lejos de todas las almas,
de todo lo tierno,
de todo lo suave."
Idea Vilariño, 1937, a sus 17 años.
Sola de toda soledad estará Idea. A pesar de la altivez delicada con que supo buscarla, esa soledad duele ahora porque somos nosotros los huérfanos. Aunque estuviese retirada del mundo y reticente, saber que estaba todavía y era, daba intensidad a la vida. Y cierta fuerza sabernos sus contemporáneos.
De pronto se hacía presente en una nota sobre los que se buscan alimento en la basura de los contenedores, porque «como dice Idea, acaso tiene delicadeza, vivir, romperse el alma», o privadamente la convocaba una secreta pérdida, el fin de algo, o aparecía, en cambio, su imagen proyectada sobre las multitudes en un concierto de rock, como una marca de la renovada adolescencia de sus lectores que, en ella como en Onetti, encuentran en estos tiempos de hastío y desencanto, una fuerza subversiva ajena a programas, porque nace desde la más honda subjetividad.
Ese universo sin dioses es el legado de Idea.
Esa poesía nocturnal hecha también de silencios, es la piedra pulida, dura y contundente que nos arroja desafiante al rostro.
Pero esa dureza no lastima, sino que tienta (¿alienta?) a pedir lo imposible, a vivir sin cálculo, a amar sin reposo. Y a sufrir bellamente. Sí a enamorarse del dolor, esa invitación de juventud y rebeldía que procura lo más puro de cada uno de nosotros.
Es por eso quizás que a pesar del pesimismo y la amargura, su poesía libera.
No consuela, pero da dignidad y derecho al dolor de vivir.
Y reivindica la olvidada pasión.
Contra corrientes hegemónicas en la poesía de su tiempo, Idea fue también en eso una figura solitaria y escribió de los grandes temas de la gran poesía de siempre (no del lenguaje que los dice).
Tal vez por eso es difícil advertir la evolución de una obra que parece nacida enteramente ya, de una poeta que no exhibe fácilmente sus aprendizajes.
Y aunque haya ordenado sus poemas en las ya famosas categorías dePoemas de amor, para sus cantos de desamor y sensualidad (Un pájaro me canta y yo le canto/ me gorjea al oído y le gorjeo/…y me vence y lo venzo/ y me acaba y lo acabo»; «Te estoy llamando amor, como a la muerte») , Nocturnos para los más metafísicos, «Noche sin nadie, noche en la espesura..»; «Como una sopa amarga, como una dua cucharada atroz/ empujada hasta el fondo de la boca»…; Pobre Mundo para la poesía social y el éxtasis de la naturaleza («Con los brazos atados a la espalda/ un hombre/ feo y joven…/ lo hundían en el agua de aquel río…/ahora mismo/ hoy/ lo están pateando«); y No para el brevísimo escepticismo, su decir es siempre incondundible, su obra sostiene una desusada unidad.
Eros y thanatos, el amor y la muerte sutilmente enredados, fueron dichos, sin ampulosidad con las palabras sencillas del español rioplatense, con el tono austero y delicado de una música interior.
Construyó así una poesía antirretórica y lacónica, -del temblor austerio, la llamó Gelman- hecha también de silencios, de espacios vacíos.
Con ella la grandeza se hacía cercana y doméstica.
Ahí en sus versos, decía su amigo argentino Gregoric «está el amor, puro, elemental y condenado, no ya en el jardín del Paraíso, ni en el pasado vertiginoso, sino en el duro presente de la ciudad americana, asediado por la tristeza, la ropa sucia, la rutina y el dinero».
Tal vez, liberada de su presencia poderosa (y soberana), la crítica de su poesía aprenda a articular una evaluación más rica y compleja y conflictiva.
Queda todavía por explorar su tarea de traductora, sus filiaciones inconfesas, sus diálogos con otros poetas. Beatriz Végh ha hecho un estudio revelador sobre Idea traductora festiva de Quéneau.
Queda por explorar su biografía, atravesar el corpus espiralado de una correspondencia inmensa y rica.
Queda la herencia del diario que inició a sus 18 años, y dispuso que fuera publicado a su muerte. Otra Idea nos espera.
Intuyo, sin embargo, que cuando todo pase, estas piedras pulidas de sus poemas, estos golpes como de dios, volverán a imperar, sobre su tránsito, sobre la leyenda que también construyó, sobre lo que hayamos podido desplegar de su tránsito.
Y quedarán las palabras simples e irrevocables para que aprendamos a amar y a sufrir bellamente.
A aceptar el deseo de «loco amor, que todos o que algunos, siempre, tras la serena máscara pedimos de rodillas».
Carta I
Idea Vilariño
Como ando por la casa
diciéndote querido
con fervorosa voz
con desesperación
de que pobre palabra
no alcance a acariciarte
a sacrificar algo
a dar por ti la vida
querido
a convocarte
a hacer algo por esto
por este amor inválido.
Y eso es todo
querido.
Digo querido y veo
tus ojos todavía pegados a mis ojos
como atados de amor
mirándonos, mirándonos
mirándome tus ojos
tu cara toda
tú
Y era de vida o muerte
estar así
mirarnos.
Y cierro las ventanas diciéndote
querido
querido y no me importa
que estés en otra cosa
y que ya no te acuerdes.
Yo me estoy detenida
en tu mirar aquél
en tu mirada aquélla
en nuestro amor mirándonos
y voy enajenada por la casa
apagando las luces
guardando los vestidos
pensando en ti
mirándote sin dejarte caer
anhelándote
amándote
diciéndote querido.
[1952]
Y ahora este otro texto que proviene del Diario de Idea Vilariño y que quiero colocar en contigüidad con el poema Carta I.
“Esperándolo. No dijo hora. Arreglé el caos de la costura de ayer, jazmines del país, diario, salus, whisky, baño, jazmín, comida. A las nueve llamó para avisar que venía, –casi dormido, dijo–. Son las once. 30 grados a esta hora. Toda la casa oscura; todas las ventanas abiertas. Noches en los jardines de España, el quinteto de Bruckner, hermosos, angustiosos. Desnuda, con un poco de ropa blanca y el salto de cama blanco colgando, en el espejo, de pronto, un fantasma. Vagando por la casa, llegando hasta el frente para ver si se hacía la raya de luz debajo de la puerta. Y se hacía, a veces, pero aquí no llamó nadie. Por ratos, en la oscuridad, recostada en un marco, miré, fuera del tiempo, fijamente esa puerta, el lugar de la raya, la raya misma ancha y nítida, esperando ver la sombra de sus pies rompiéndola. Una de las veces conté hasta 39 –son 39 escalones– según los golpes de mi pulso lento, para esperar mejor. Después me recosté en una cama de allá adelante. Pero desde allí veía el cielo claro de verano, la puerta, no sé, me ponía una angustia en el pecho, 2 sentí que iba a llorar, y me fui al lado de la radio. Tomó el taxi con sueño y dio su dirección; se quedó dormido donde estaba; vino y tocó abajo, como ha pasado, vendrá todavía. Bueno. Debo agradecerle estas dos horas serias, graves, hermosas, apasionadas, mi propia increíble belleza de hoy, la música, el silencio, los vuelcos de mi corazón cada vez que se prendió la luz, los desmayos cada vez que la vi apagarse, la integridad, la intensidad de estas dos horas de amor.
[1960]
“Los poemas que son Cartas, fueron cartas y otros que no lo son, fueron enviados como cartas” dijo Idea en una entrevista.
Pero los poemas aunque puedan nacer de circunstancias las trascienden, ésa es su alquimia, su arte. El rastro de esa posible historia se disuelve en algo que importa más, la construcción del amor.
Es verdad que en la poesía amorosa de Idea la mujer está sola. También el hombre está solo (y la única variación que admite esa soledad es que “a veces está más solo” como dice un poema de No.
Pero en el amor, es la mujer la que está sola. Lo curioso, lo que revierte la acusación, es lo que hace con esa soledad. Y con esa espera.
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Idea Vilariño (Montevideo, 18 de agosto de 1920-Montevideo, 28 de abril de 2009)
Fue una poeta, ensayista y crítica literaria uruguaya perteneciente al grupo de escritores denominado Generación del 45. Dentro de sus facetas menos conocidas se encuentran la de traductora, compositora y docente. Vilariño nació en Montevideo en 1920, en el núcleo de una familia de poetas. Su padre, de ideas anarquistas, eligió su nombre Ideal que más tarde se convirtió en Idea. De joven estudió piano y violín, aunque finalmente se inclinó hacia el mundo de las letras. Entre sus obras se destacan “La Suplicante” (1945), “Cielo cielo”(1947), “Paraíso Perdido” (1949), “Nocturnos” (1955), “Poemas de amor” (1957), entre otros. Su labor de crítica literaria la ejerció en revistas nacionales y extranjeras. Entre las primeras se cuentan: Clinamen, Número (cuya primera época co-dirigió junto a Mario Benedetti, Sarandí Cabrera, Manuel A. Claps y Emir Rodriguez Monegal ), Marcha, Asir, Brecha. Entre las segundas se destacan: Plural y Texto Crítico (México), Casa de las Américas (Cuba). En los años 1966 y 1984, ofició como jurado del Concurso Casa de las Américas en La Habana, categoría Poesía.
Le fue otorgado el Premio Nacional de Literatura en 1966 pero renunció al mismo, por discrepancias sobre la integración de los jurados.
En 1987 obtuvo el ” Premio a la labor intelectual, José Enrique Rodó “, otorgado por la Intendencia Municipal de Montevideo.
En 1994 recibió la medalla ” Haydée Santamaría ”, de Casa de las Américas, Cuba, siendo la primer mujer en recibir tal distinción.
La Universidad Complutense de Madrid la becó durante un mes en 1993. Asimismo rechazó en dos ocasiones la Beca Gugennheim. Es un caso singular.
Por su personalidad y convicciones, Idea Vilariño rechazó durante largo tiempo toda posibilidad de promocionar su nombre. Nunca quiso comentar sus poemas ni escribir sobre su obra poética.
Poesía
La Suplicante (1945).
Cielo Cielo (1947).
Paraíso perdido (Número. 1949).
Por aire sucio (Número. 1950).
Nocturnos (1955).
Poemas de amor (1957).
Pobre Mundo (1966).
Poesía (1970).
No (1980).
Canciones (1993).
Poesía 1945 - 1990 (1994).
Poesía completa (2000).
"Última Antología" (2004)
Ensayos
Grupos simétricos en la poesía de Antonio Machado (1951).
La rima en Herrera y Reissig (1955).
Grupos simétricos en poesía (1958).
Las letras de tango (1965).
El tango cantado (1981).
Traducciones
Raymond Queneau: El rapto de Ícaro, Buenos Aires, Losada, 1973
Jacques C. Alexis: Romancero de las estrellas, Montevideo, Arca, 1973
William Shakespeare: Hamlet, príncipe de Dinamarca, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1974.
Andrew Cecil Bradley: Macbeth, la atmósfera, las brujas, Montevideo, Editorial Técnica, 1976.
William Shakespeare: Macbeth, Montevideo, Editorial Técnica, 1977.
Guillermo Enrique Hudson: La tierra purpúrea, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980 (traducida junto con Jaime Rest).
Guillermo Enrique Hudson: Allá lejos y hace tiempo, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980 (traducida junto con Jaime Rest).
Christine Laurent: Transatlántico (Adaptación de André Tachiné y Philippe Arnaud. Traducción del francés de Idea Vilariño). 1996.
Texto: Idea de Ana Inés Larre Borge, Brecha, 30.IV. 2009
Foto 1: © Michel Sïma | Tomada del libro Idea Vilariño: vida escrita
Foto 2: Cuba, finales de los sesenta• © Idea Vilariño: vida escrita
Dibujo Tipográfico: © Alfonso Aguado Ortuño
Foto 3: © Idea Vilariño: vida escrita
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