De sembradores de odio y canallas seriales
En un escenario como el que nos rodea, con un mundo paralizado, uno podría imaginar que los sembradores de odio se llamarían a la reflexión y ante el sufrimiento humano recuperarían algo de la humanidad perdida, pero los hechos nos están mostrando la persistencia del odio y la mentira.
La pandemia de la desinformación y manipulación, la perversidad del terrorismo mediático, para tratar de seguir atrapando a poblaciones cautivas continúa como si nada pasara en el mundo, y se convierte en un crimen de lesa humanidad.
La mentira mediática es un arma de guerra.
La realidad, que en estas situaciones límites se sobrepone a los juegos malditos de la guerra psicológica, determina que la mayoría de los medios de comunicación masiva a nivel global son manejados en este período histórico desde el centro imperial que, a su vez, hegemoniza la revolución tecnológica de las comunicaciones y la informática.
Esto dentro de su proyecto de lograr el manejo absoluto de una comunicación estratégica a nivel global, y como parte esencial de las guerras de todo tipo que el sistema imperial nos impone.
”A su vez las técnicas científicas de comunicación, potenciadas a escala masiva y planetaria por los grandes conglomerados mediáticos del capitalismo, crearon las bases para su utilización en estrategias de manipulación y de control social desarrolladas a partir de los objetivos de la dominación imperial-capitalista” señala el analista especializado Manuel Freytas.
En esa escala tienen bajo su control a los mismos grupos de poder que acompañaron los proyectos depredadores, neoliberales, coloniales, de un capitalismo sin máscaras y que hicieron cómplices de sus fechorías universales a la mayoría de los que se dieron en llamar comunicadores “independientes” cuando no lo eran.
Convirtieron la desinformación en un arma clave y a los medios en armas de destrucción masiva
Convirtieron la desinformación en un arma clave y a los medios en armas de destrucción masiva, permitiendo devastación y crímenes atroces, como los cometidos en el mundo, por el terrorismo imperial como en las recientes guerras coloniales del siglo XXI.
La dictadura global mediática no se da tregua, no se detiene ni ante una tragedia de estas dimensiones, y cuenta con la mayoría de los medios de comunicación masiva a nivel global, que continúan tratando de confundir, con un esquema de manipulación perverso, cada día más cercano al discurso del fascismo más primitivo, lo que produce largas listas de víctimas, que en el lenguaje de ese poder hegemónico son convertidos en victimarios.
Como tales aparecen en los mensajes diarios, elaborados en todos los casos desde los centros del poder imperial, para confundir y paralizar a importantes sectores de una sociedad atrapada.
Los que se dejan atrapar por el mensaje depredador del ser humano y se enferman de inhumanidad, los que imposibilitados de elegir entre mensajes manipulados y otros que se apegan a la realidad, a los que grandes sectores populares no tienen acceso, caen en la red del odio.
En medio de este huracán de noticias falsas, de ofertas mercenarias, hay una mayoría de periodistas, comunicadores, cineastas, documentalistas que resisten y crean formas de comunicación, como se hacía en tiempos de las catacumbas, para enfrentar al odio y acompañar a los desposeídos, los millones de seres humanos arrojados sin piedad a los arrabales del mundo.
Si la red de noticias falsas se interrumpiera, si se impusiera una cuarentena para la circulación de la mentira, vendida como información- cuando la esencia de la divulgación informativa es la verdad a la que todos los pueblos del mundo tienen derecho y que es la verdadera “libertad de expresión”, el mundo en crisis sería distinto.
El discurso del fascismo, que aparecía en las brumas del pasado con lenguajes refinados y perversos, hoy es sin aderezos, brutal, lo que se conjuga con los efectos de entretenimientos desculturizadores, en una verdadera guerra colonizadora de conciencias para fomentar odios, persecuciones, guerras y conformar la red de negacionistas.
Podría proponerse una cuarentena para evitar la pandemia del virus del odio y de la noticia falsa, de los informes aterrorizadores, como si esto ayudara a la humanidad, en una encerrona que transcurre entre la parálisis del miedo y la impotencia y la posibilidad de una información veraz que pacifique y ayude a controlar la incertidumbre y la desesperanza.
El periodismo tiene hoy como nunca una responsabilidad histórica de cumplir con su función de informar con la verdad, sirviendo a la humanidad y cumpliendo con su ineludible compromiso ético de respetar la legislación internacional, donde queda establecido como norma que la información veraz es un derecho ganado por los pueblos del mundo.
También las dirigencias y los partidos políticos, deben cumplir con su deber de impedir que continúe la pandemia de la mentira, ya que existen normas constitucionales e internacionales y éticas para detener este azote de un capitalismo en decadencia, que no admite que hoy es imposible continuar con la acumulación y concentración de riqueza a un nivel como nunca antes había sucedido en el mundo, mientras millones de personas son condenadas a la lenta muerte del hambre y el abandono absoluto de los estados parias.
La depredación ambiental es también un crimen de lesa humanidad que protagonizan los dueños del poder que destruyen todo a su paso, no importa cuántas vidas cueste, para hacer escalar sus fortunas, custodiada por el armamento más destructivo de todos los tiempos, constituyendo la acción de mayor poder letal del terrorismo económico-ambiental.
Hay montañas de muertos detrás de cada palacio construido con las riquezas acumuladas sin control, pero nadie habla de estos temas, mientras las sociedades son inducidas a la inercia absoluta, bajo la vieja y nunca desechada doctrina Goebbels (Joseph) que con otros subterfugios y engendros tecnológicos, reconstruye en cada tiempo la matriz cada vez más perfeccionada, pero cada vez más mediocre del fascismo.
Esto es la guerra psicológica, la de Cuarta Generación mediante lo cual se produce, la mayor intervención cultural contra nuestros pueblos, como son la desinformación y manipulación, los espectáculos de “entretenimientos” que lobotomizan y zoombifican y logran -que antes de escribir- un niño aprenda a "matar".
En general el blanco de los perversos juegos de muerte de la internet es un indio, un negro, un árabe, a un latino, un presunto terrorista, y cada impacto de sus supuestas balas se festeja como un triunfo. Son las “bellezas” fatales y mortíferas que engendra el capitalismo en su verdadera esencia.
La pandemia del coronavirus ha dejado al desnudo esta realidad, que sigue siendo ocultada por la mentira. La mayoría de los medios actúan como comandos de mercenarios “matando” psicológicamente al “enemigo”, perseguido, degradado, humillado por la injusticia sin límites del sistema.
“En la Guerra Psicológica (columna vertebral de la Guerra de Cuarta Generación, sin uso de armas) las operaciones con unidades militares son sustituidas por operaciones con unidades mediáticas”, señala también Freytas.
Todo dirigente político, todo gobierno soberano, que se apoye en el pueblo, que decida por la patria, la soberanía efectiva, la independencia, el honor y la dignidad, la defensa de sus recursos naturales, es un blanco en esta guerra.
Lo son los periodistas que se ajustan a las reglas del periodismo, los militantes, los dirigentes populares, los que resisten a la violencia imperial y a sus alcahuetes de turno que imponen en los gobiernos para hacer el trabajo sucio, de entregar países y recursos, como traidores a la patria que son.
Digamos que nada de esto discute nuestra prensa de este siglo XXI, a las que se les inoculó el virus de una pandemia alucinante, la de la ambición sin límites, hasta vender el alma al diablo, para este lo habite definitivamente.
Es tiempo del nunca más para la mentira
"En este mundo de espejismos tenemos que encontrar estrategias para recuperar la verdad. Porque, sin ella, no podremos vivir”, Juan Villoro.
“En este clima fin de ciclo, y para colmo pandémico, En este mundo de espejismos tenemos que encontrar estrategias para recuperar la verdad. Porque, sin ella, no podremos vivir”. dice el escritor mexicano Juan Villoro.
Para recuperar la verdad se necesita una unidad monolítica del periodismo y los trabajadores de prensa para denunciar ante organismos internacionales que protegen el derecho de los pueblos a una información veraz y pautar las imprescindibles normas éticas que deben regir la profesión.
Si la mentira y la manipulación en la información son armas letales como está demostrado en estos tiempos aciagos y en documentos como los que definen la reglas de una Guerra de Cuarta Generación, es el momento del Nunca más.
Sembrar el odio es un gesto de violencia extrema y transforma a buena parte de la sociedad en un batallón perdido de zombis, que terminan matando sin culpa, destruyendo sin conciencia y devorándose a sí mismo en su integridad humana.
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Stella Calloni, (Entre Ríos, 1935), es una periodista y escritora argentina.
Es colaboradora de la Red Voltaire, creada por iniciativa de Thierry Meyssan, editora de El Día Latinoamericano y corresponsal en América del Sur para La Jornada, ambos de Ciudad de México.
A lo largo de su trayectoria profesional ha entrevistado a distintos Jefes de Estado, como Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales, Luiz Inácio Lula da Silva, Rafael Correa, Daniel Ortega, Salvador Allende, Omar Torrijos, James Carter, Yaser Arafat, Muamar Khadafi y Felipe González, entre otros.
Recibió importantes distinciones y reconocimientos:
* Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí (1986)
* Premio Rodolfo Walsh de la Universidad de La Plata.(2012)
* Personalidad destacada en el ámbito de los Derechos Humanos por la
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros.
Sus libros Los años del lobo: la Operación Cóndor (1999) y Operación Cóndor, pacto criminal (2006) reúnen parte de sus investigaciones sobre la operación conocida como el Plan Cóndor.
Otro excelente aporte. Llamado urgente al pensamiento crítico, a la libertad de ideas. Sabiendo que existe un gran mecanismo de manipulación mediática que es malintencionado, perverso y con fines muy oscuros. Nada es inocente en los grandes medios de comunicación.