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La pandemia y el sistema-mundo, Ignacio Ramonet.

Actualizado: 6 jun 2020



Un hecho social total


Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas ciento veinte días en una lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta, y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas. Algo sólo imaginable en las ficciones post-apocalípticas... A esta altura, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de “hecho social total”, en el sentido de que convulsiona al conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores. La humanidad está viviendo –con miedo, sufrimiento y perplejidad– una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del “fin de la historia” es una falacia… Descubriendo que la historia, en realidad, es impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes (1). Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como sacudidas por un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual. Hace apenas unas semanas, decenas de protestas populares se habían generalizado a escala planetaria, de Hong Kong a Santiago de Chile, pasando por Teherán, Bagdad, Beirut, Argel, París, Barcelona y Bogotá. El nuevo coronavirus las ha ido apagando una a una a medida que se extendía, rápido y furioso, por el mundo. A las escenas de masas festivas ocupando calles y plazas, suceden las insólitas imágenes de avenidas vacías, mudas, espectrales. Emblemas silenciosos que marcarán para siempre el recuerdo de este extraño momento.

Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso “efecto mariposa” : alguien al otro lado del planeta se come un extraño animal y, tres meses después, media humanidad se encuentra en cuarentena… Prueba de que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone, por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba por influenciar al conjunto. Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos –como antaño hacia la religión– implorando el descubrimiento de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá largos meses. Porque el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir anticuerpos, y algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en manifestarse… La gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En general, el miedo colectivo, cuanto más traumático, más aviva el deseo de Estado, de Autoridad, de Orientación.


En cambio, las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, BM, OEA, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural con las multinacionales farmacéuticas (2), la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra la nueva plaga. Mientras tanto, los Gobiernos asisten impotentes a la irrefrenable diseminación por todos los continentes de esta peste nueva (3) contra la cual no hay ni vacuna, ni medicamento, ni cura, ni tratamiento que elimine el virus del organismo (4). Y eso va a durar (5)… Mientras el germen siga presente en algún país, las re-infecciones serán inevitables y cíclicas. Lo más probable es que esta epidemia no logre pararse antes de que el microbio haya contagiado en torno al 60% de la humanidad. Lo que parecía distópico y propio de dictaduras de ciencia ficción se ha vuelto “normal”. Se multa a la gente por salir de su casa a estirar las piernas o por pasear a su perro. Aceptamos que nuestro celular nos vigile y nos denuncie a las autoridades. Y se está proponiendo que quien salga a la calle sin su teléfono sea sancionado y castigado con prisión. El largo autismo neoliberal es ampliamente criticado, en particular a causa de sus políticas devastadoras de privatización a ultranza de los sistemas públicos de salud que han resultado criminales y se revelan absurdas. Como ha dicho Yuval Noah Harari: “Los Gobiernos que ahorraron gastos en los últimos años recortando los servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia” (6). Los gritos de agonía de los miles de enfermos muertos por no disponer de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) condenan para largo tiempo a los fanáticos de las privatizaciones, de los recortes y de las políticas de austeridad.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- “Los Gobiernos que ahorraron gastos en los últimos años recortando los servicios de salud, ahora gastarán mucho más a causa de la epidemia.” ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Se habla ahora abiertamente de nacionalizar, de relocalizar, de reindustrializar, de soberanía farmacéutica y sanitaria. Se vuelve a usar una palabra que los neoliberales estigmatizaron, acorralaron y desterraron: solidaridad. La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el mundo entero hay crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países (de los ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento negativo en 2020. O sea, una tragedia económica peor que la Gran Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se preguntan si morirán por el virus, o por la quiebra y el desempleo. David Beasley, Director Ejecutivo del Programa Alimentario Mundial (PAM), ha alertado sobre la situación catastrófica que se avecina: “Estamos al borde de una ‘pandemia de desnutrición’. El número de personas que sufren de hambre severa podrían duplicarse de aquí a fin de año, superando la cifra de 250 millones de personas…” (7). Nadie sabe quién se ocupará del campo, si se perderán las cosechas, si faltarán los alimentos, si regresaremos al racionamiento… El apocalipsis está golpeando a nuestra puerta. La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas. De pronto, sin la mugre de la polución, la naturaleza ha vuelto a lucir tan hermosa… Como si el ultimátum a la Tierra que nos lanza el coronavirus fuese también una desesperada alerta final en nuestra suicidaría ruta hacia el cambio climático: “¡Ojo! Próxima parada: colapso”. En la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor desconocido –el nuevo coronavirus– ha desbaratado por completo el tablero de ajedrez del sistema-mundo.


En todos los frentes de guerra –Libia, Siria, Yemen, Afganistán, Sahel, Gaza, etc. –, los combates se han suspendido… La peste ha impuesto de facto, con más autoridad que el propio Consejo deSeguridad, una efectiva Pax Coronavírica… En política internacional, la pavorosa gestión de esta crisis por el presidente Donald Trump asesta un golpe muy duro al liderazgo mundial de Estados Unidos, que no ha sabido ayudarse a sí mismo ni ayudar a nadie. China, en cambio, después de un comienzo errático en el combate contra la nueva plaga, ha conseguido recobrarse, enviar ayuda a un centenar de países, y parece sobreponerse al mayor trauma sufrido por la humanidad desde hace siglos. El devenir del nuevo orden mundial podría estar jugándose en estos momentos… De todos modos, la impactante realidad es que las potencias más poderosas y las tecnologías más sofisticadas han resultado incapaces de frenar la expansión mundial de la Covid-19, enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2, el nuevo gran asesino planetario.



* Ignacio Ramonet (Galicia, España. 1943) Escritor, periodista, geo político, sociólogo y semiólogo.

Actualmente es director de Le Monde diplomatique en español.

Es cofundador del Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación) de la que es presidente.


   
  1 José Natanson, “Lo imposible”, Le Monde diplomatique, edición Cono       
    Sur, Buenos Aires, abril 2020.
  2 Entrevista a Germán Velásquez: “Han privatizado la OMS, la 
    financiación privada condiciona sus decisiones”, Cadena SER, 
    Madrid, 25 agosto 2016. 
  3 A principios de abril de 2020, únicamente 9 países (en su mayoría 
    archipiélagos) no tenían casos de covid-19 según las autoridades 
    locales. El País, Madrid, 8/04/ 2020.
  4 No existe (el 22 de abril de 2020) una terapia específica que 
    “mate” al virus o que lo vuelva inofensivo como lo consigue la 
    triterapia contra el retrovirus VIH del Sida. Los tratamientos 
    actuales contra el nuevo coronavirus buscan esencialmente 
    reforzar el sistema inmune del paciente para ayudarlo a reducir al 
    patógeno.
  5 Hugo Sigman, “La vacuna contra el coronavirus puede demorar de 6 
    meses a una año y medio”, Perfil, Buenos Aires, 26 marzo 2020. 
  6 Yuval Noah Harari, “La mejor defensa contra los patógenos es la 
    información”, El País, Madrid, 22 marzo 2020.
  7 https://news.un.org/fr/story/2020/04/1067092



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