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Un golpe en etapas: debate.

Actualizado: 28 jun 2020

Por A. RICO, V. MARKARIAN y A. LESSA



La génesis del golpe, el entramado de causas, y hasta la pertinencia de la fecha del 27 de junio son apenas tres de las aristas capaces de encender cualquier debate profundo sobre aquel hito de la historia del Uruguay del siglo xx.


En una mesa de discusión los historiadores Álvaro Rico y Vania Markarian, y el periodista Alfonso Lessa, se adentran en el asunto con mirada diversa y sin ocultar discrepancias.


Los invitamos a la mesa, armar una redondita y cavilar morosos... un poco extenso, pero vale la pena.


- Comencemos por la fecha del golpe. Hay quienes consideran que debería ser establecida en febrero de 1973 y quienes se mantienen en el 27 de junio. ¿Es un elemento significativo precisar ese punto?


Vania Markarian —Para los historiadores las fechas son siempre importantes. Importan porque permiten distintas interpretaciones. Creo que a esta altura hay cierto consenso en que lo que llamamos golpe de Estado fue el 27 de junio de 1973.


Quizás podemos decir que antes comenzó, un camino democrático hacia el autoritarismo, y el comienzo de ese camino es más difícil de datar. Empezaría en el gobierno de Pacheco, con las medidas prontas de seguridad. Los poderes en Uruguay fueron cayendo de a uno, y caracterizamos el comienzo de la dictadura cuando cayó el Legislativo, pero en realidad ya había caído el Judicial y de alguna manera el Ejecutivo.

Álvaro Rico —Quizás ayude a pensar el dato de que el golpe de Estado en Uruguay no fue un acto único, fue en etapas. Los golpes de Estado tienen momentos de anticipación, de acumulación y de ejecución. En el caso uruguayo estamos ante un golpe de Estado que se da como parte de un proceso con distintas etapas en las cuales se van cubriendo determinados objetivos de los actores conservadores y de derecha, y en eso también es importante ubicar el golpe en torno a las fechas.


Lo otro que podríamos agregar es que quizás sirva establecer una diferencia entre autoritarismo y dictadura. Las relaciones autoritarias de poder no necesariamente implican un régimen político instituido.

Podemos pensar en relaciones autoritarias de poder pre golpe de Estado y pre dictadura y ubicar los antecedentes en el pachequismo.


Evidentemente era una forma autoritaria de gobierno aunque estuviera dentro de un régimen democrático republicano. Estas relaciones autoritarias de poder se consolidan después del golpe de Estado ya bajo un régimen institucional dictatorial.


Alfonso Lessa —Le voy a dar una perspectiva distinta, quizás más periodística, pero yo creo que el verdadero golpe fue en febrero. De alguna manera el poder político es desplazado en febrero. El golpe se da en dos etapas, una en febrero y otra en junio. Los hechos que sucedieron en febrero alfombraron el camino a junio.


Boizo Lanza, febrero de 1973.

En febrero se desconoce el nombramiento del ministro de Defensa Nacional, los militares sacaron los tanques y los blindados a las calles, hicieron una demostración de fuerza mucho mayor que la de junio.


Desobedecen al poder político y no les pasa absolutamente nada.


Transan con el presidente Bordaberry y éste les acepta todas las condiciones, y se crea el Consejo de Seguridad Nacional, que será decisivo en el futuro.


Si todo eso ocurrió en febrero, tenemos que decir que febrero fue una etapa fundamental. Y en febrero hubo también una apuesta de la izquierda al autoritarismo, con la esperanza –lo dicen con nombre y apellido– de que hubiera un golpe de Estado de izquierda. No hay en este proceso ningún sector político libre de culpa. Todos tienen responsabilidades, y es en febrero cuando hacen eclosión un montón de variables que se cruzan.


En febrero los militares se reúnen y los partidos se paralizan con estrategias distintas y contradictorias. Acá no hubo cambio de poder militar. En febrero se limpia el Ejército de todos los militares que no eran golpistas. Son todos relevados en febrero.

Lo único que faltaba era la disolución del Parlamento. El poder estaba en manos de los militares.


Hay lecturas de sectores de izquierda que decían que se iba a producir la caída de Bordaberry y la caída del gabinete.

Y no cayó nadie, hubo un trueque de ministros y Bordaberry termina pactando con los militares, y después de eso hay sectores de izquierda que lo siguen alentando.


El Partido Comunista financia el semanario de Gregorio Álvarez. Era tal la confusión…


Por supuesto la primera responsabilidad fue de las Fuerzas Armadas y del Partido Colorado, que designa a Bordaberry.


Si uno piensa en todas esas variables, y con cuál de todas –si la hubiéramos cambiado– capaz que se hubiera evitado el golpe, a mí me parece que (es) Bordaberry.

El día del Golpe.

El Partido Colorado designa a un candidato presidencial que no tenía la más mínima condición para dirigir el país, y mucho menos en circunstancias tan graves como estas.


Y eso queda probado en febrero, cuando se cambia de bando y pacta con los militares.


- ¿Sin Bordaberry no hubiera habido golpe?


A L - Yo no digo que no hubiera habido. Quizás si Bordaberry no hubiera sido el presidente… un hombre sin la más mínima capacidad política para dirigir al país en una crisis como aquella, quizás no hubiera habido golpe de Estado.


A R - Creo que la reflexión de Alfonso de alguna manera es tributaria de dos argumentos con los cuales discrepo. El primero se relaciona con que el golpe de Estado fue militar, y en febrero los militares desplazan al poder político desobedeciéndolo, desautorizándolo…


Yo creo que dentro de los consensos historiográficos se podría calificar al régimen dictatorial uruguayo como cívico-militar. En ese sentido, febrero es la configuración de un bloque de poder cívico-militar en el que los sectores políticos más conservadores, reaccionarios y golpistas, no son desplazados sino que se suman, se incorporan.

La idea de que hubo un vacío de poder, cuando el titular de la Presidencia de la República fue el mismo en la dictadura, no cierra.


Más bien habla de una asociación para reforzar ese bloque de dominación.

En ese sentido se ubican de otra manera los sucesos de febrero.


Son los militares y algunos sectores políticos los golpistas. El propio presidente de la República es el dictador.


Hay un segundo argumento con el que discrepo: poner a la figura de Bordaberry como un político débil, de dudosas convicciones democráticas. Creo que Bordaberry era representante de sectores que llegaban a esa instancia con una intencionalidad que van a ejecutar luego con los sucesos que se van a desencadenar, antes, durante y después. Bordaberry sigue siendo el presidente dictador hasta el 76.


- Alfonso hablaba de cierta corresponsabilidad de la izquierda, o de cierta parte de la izquierda, en el golpe; ¿ustedes qué opinan?


A R -Yo creo que casi todos los sectores de la izquierda jugaron políticamente. El discurso de Seregni del 8 de octubre…


A L -El Seregni de esa época no era el mismo del 84. Estaba más condicionado. Una cosa es que el régimen fue cívico-militar y otra que el golpe de febrero fue un levantamiento cien por ciento militar. No ves ninguna participación civil en los documentos militares que prepararon el golpe.

Juan V. Alvarado (1971) y la Reforma Agraria.

La versión de que Bordaberry representaba intereses empresariales y de sectores que se veían amenazados por el advenimiento del Frente, por las movilizaciones sociales… no hay ninguna duda. Pero el golpe de febrero no se da en nombre de ideas liberales. Se da en nombre de ideas populistas que estaban en línea con el gobierno de Velasco Alvarado en Perú.

El golpe de febrero fue dado en nombre de ideas “de izquierda”, así entre comillas. Y eso fue lo que le impusieron los militares a Bordaberry.


En los primeros años hay duras discusiones entre Bordaberry y los militares por el tema de la condición económica, y Bordaberry está a punto de ser destituido por las diferencias económicas. Bordaberry termina imponiendo sus ideas cuando nombra a Végh Villegas. Eso lo ve Quijano desde Marcha con gran lucidez. Cuando uno lee los editoriales de Quijano y Julio Castro, piensa: ¡qué claridad!


A R -Yo no comparto que técnicamente lo de febrero se pueda tipificar como un golpe. Puede ser un golpe en etapas. Pero ponerlo en febrero puede arrastrar a la tentación de sostener que la izquierda fue cómplice, demostrando que la izquierda tuvo expectativas con relación al golpe de febrero… Pero entre las expectativas y la complicidad hay una pequeña línea delgada que nos hace olvidar que el 27 de junio de 1973 hubo un golpe de Estado que disolvió el Parlamento, dirigido por el presidente de la República en asociación con los militares.


¿Quién era el sostén político de Bordaberry anteriormente? El sector mayoritario del Partido Colorado. De ahí viene el sostén de las políticas autoritarias y del régimen dictatorial.


V M —Como soy la más joven voy a ser la más antigua y voy a recordar que el golpe no se puede separar del marco internacional. No es algo que sólo pueda ser explicado por la política interna uruguaya. Esto fue un fenómeno que se dio en toda la región: el avance del autoritarismo de derecha en todo el Cono Sur de América Latina. Empezó con el golpe de Estado en Brasil, luego en Argentina, en el 73 acá, y en Chile, luego otra vez en Argentina.

Las fuerzas que propulsaron estos sucesos fueron las de la derecha y de los sectores que veían en los niveles de movilización de toda América Latina una amenaza al sistema democrático. Si la amenaza era real o no, es otro problema. Hoy sabemos que hay fenómenos macro, y si hablamos del golpe de Estado en Uruguay y nos olvidamos de eso, es que no estamos entendiendo nada. Esto no fue un problema sólo de política interna uruguaya. Aunque eso no exculpa a la izquierda.


-¿Cómo influyó el marco de la Guerra Fría, por ejemplo, en el quiebre institucional?


V M -Los regímenes autoritarios del Cono Sur fueron fenómenos epigonales de la Guerra Fría…


A R -… que tenían un objetivo estratégico fundamental: derrocar al gobierno de Salvador Allende en Chile. Allende se había visto fortalecido por las elecciones parlamentarias previas al golpe, cuando la Unidad Popular había pasado a ser casi la mitad del cuerpo electoral.

Allende inauguraba la posibilidad de una vía pacífica al socialismo, utilizando las posibilidades que los regímenes liberales abrían a los efectos de hacer transformaciones más profundas. Ya no era Cuba y la posibilidad de extender la guerrilla a toda América Latina. Era la posible apertura de una vía pacífica y democrática al socialismo, con mucha participación ciudadana y un programa de grandes transformaciones que respetaba la legalidad liberal.


Frente a esa coyuntura de amenaza a las formas de dominación consolidadas en el continente es que se abre una estrategia contrarrevolucionaria en el Cono Sur de América Latina. Lo que acota Vania, de no perdernos en el nacionalismo del ejemplo uruguayo, es muy pertinente para visualizar las lógicas más sistémicas y más internacionales que explican algunas de las causas del golpe.


-Vania dijo que estas razones igualmente no exculpan a la izquierda. ¿Qué quiere decir con eso?


V M -Los historiadores no juzgamos, nosotros no declaramos culpable a nadie, no trabajamos para la justicia. Lo que yo decía es que mi argumento no va dirigido a exculpar a la izquierda, no es lo que hago ni pretendo. Podemos identificar fenómenos globales, regionales o nacionales. Lo que digo es que las izquierdas tuvieron opciones frente a estas cosas, provocaron algunas, fueron víctimas de otras y así fueron cambiando de rol. Yo no estoy diciendo que la izquierda no tuvo nada que ver.


En aquel período la discusión no era sólo sobre el régimen de gobierno, sobre la permanencia de la democracia. La discusión era cómo se promovía el cambio social.


Antes de discutir la revolución, antes de que la dicotomía se planteara entre revolución o autoritarismo, el tema era cómo se producía el cambio social, el despegue, el desarrollo. Les preocupaba a todos, a Allende, a Arismendi y a Bordaberry, que también quería una revolución.


En ese sentido la idea de la democracia como un conjunto de instituciones muchas veces quedó de lado, para todos los actores. La izquierda no era democrática liberal. No era.


A L -Estoy de acuerdo con que el contexto internacional es lo que explica lo que pasó. Pero muchas veces hay una tendencia a ver todo como una gran conspiración de la derecha, y acá hubo una Guerra Fría donde había dos grandes actores internacionales y hubo responsabilidades de todos lados. Lo que pasa es que se señala sólo un bando: Bordaberry, los militares, el Partido Colorado, pero también hubo otros.

El Che en Uruguay (1961)

El historiador Eric Hobsbawm, que no está muy sospechado de ser de derecha, cuestiona severamente el rol de las guerrillas en América Latina diciendo que eran un disparate, que estaban destinadas al fracaso, y dice que Uruguay en particular tenía la única democracia de América Latina, algo parecido a lo que dijo el Che Guevara en un discurso que no se maneja mucho en Uruguay.


V M -Los comunistas lo citaban muchísimo a ese discurso.


A L -Sí, pero se escucha muy poco y se lee muy poco sobre ese discurso. En los libros de historia no lo veo.


Obviamente EE.UU fue decisivo en el golpe a Allende, como fue decisiva la actuación de grupos radicales que enloquecieron a Allende. Sin duda lo internacional existe; pero como pregunta: ¿por qué Uruguay permaneció tantos años ajeno a ese contexto de Guerra Fría? Hubo hechos locales que explican por qué en el año 73 se cedió. Pero Stroessner estaba hacía décadas…

Juntos: Banzer, Bordaberry, Geisel y Pinochet.

Quién podía pensar que el experimento peronista que juntaba a la Triple A con los Montoneros iba a terminar como terminó. … Teniendo en cuenta lo internacional y lo regional, también hay razones locales que explican el golpe.


Lo que creo es que se obvia muchas veces lo que pasó en febrero del 73 para ir directo a junio y echarle la culpa a Bordaberry, a la derecha y a los militares. Acá hubo una responsabilidad compartida.


A R —Acá yo también me permito discrepar con Alfonso. Es la misma lógica que después de la dictadura instaló el “sin vencidos ni vencedores”. La equiparación en pie de igualdad de víctimas y victimarios, es la misma lógica que pretende explicar las responsabilidades del golpe de Estado repartiendo las conjeturas acerca de los responsables por igual.


A L -Yo no digo eso, yo no digo eso…


A R -Para no caer en las interpretaciones que van diluyendo fechas, hechos y responsables… la pregunta que se hacía un analista de los golpes de Estado allá por el 1600 era quién ejecuta el golpe de Estado. En ese sentido las responsabilidades remiten al Estado, más allá de las personas. El golpe es de Estado, el terrorismo es de Estado, el presidente es la jefatura de la administración del Estado, la responsabilidad principal. Y dentro del Estado, más allá del análisis, que es multicausal, y de múltiples responsabilidades en determinados hechos, remite también a los ejecutores

materiales.

Militares ingresan al P. Legislativo el día del golpe.

¿Quién da el golpe el 27 de junio de 1973? El presidente de la República, asociado a los militares. La naturaleza de la dictadura uruguaya es cívico-militar. No puede ser todo explicado por el contexto. Hay cierta especificidad nacional que tiene que ver con otras causas que los historiadores no hemos jerarquizado suficientemente bien porque hemos jerarquizado las variables políticas, como lo es el proyecto de criminalización que el Estado hizo con relación a la población uruguaya.


Se exacerbó la necesidad de conservar el orden, por parte del Estado, y acá hablamos de delito común, de corrupción, de delito político… Si analizamos el primer órgano cívico-militar que se constituye antes del golpe de Estado, es la Comisión de Restricción de Ilícitos Económicos, la Crie. Es el primer organismo con fines represivos que se constituye con civiles y militares. Dentro de las causales de la crisis hay que ampliar el panorama para poder ver cómo se incorpora la defensa del orden y la soberanía interna dentro de los desafíos del Estado, y cómo el Estado también va cambiando sus argumentos.


Las lógicas autoritarias instaladas en la democracia “excepcional” del Uruguay de los años sesenta son también parte de las razones de la crisis.


A L -Yo no dije que hay que igualar represor y reprimido, víctima y victimario, todo lo opuesto. Lo que pasa es que volvemos a lo mismo: cuándo fue el golpe. Para mí, repito, fue en dos etapas, con una fundamental en febrero. Cuando se hace hincapié en junio creo que se lo hace para obviar la responsabilidad de la izquierda. He visto libros, para mí increíbles, que empiezan hablando del golpe en junio y no mencionan febrero. Si arrancas el 27 de junio no hay acuerdo posible.


-El famoso peruanismo de los comunicados 4 y 7, de febrero de 1973, ¿fue una estrategia que utilizaron las Fuerzas Armadas, o realmente tenía base?


A R -Estaban los militares que constituyeron el núcleo fundacional del Frente Amplio, con Líber Seregni como referente principal. Evidentemente que la izquierda puede haber jugado con un imaginario continental a partir de lo que representaba la revolución de Velasco Alvarado en Perú, y de alguna manera haber jugado en lo nacional con ese imaginario. Puede haber sido parte de la lógica discursiva de los actores para introducir determinadas referencias que movilizaran gente.


Había una gran variedad en la interna militar, no solamente de sectores sino de posiciones ideológicas. Una gran mayoría de los partidos de izquierda en la época tenían interlocución con los militares. Están las anécdotas de los sindicalistas, que aun después del golpe seguían intentando negociar con los militares. Muchos de esos militares fueron luego procesados, como militantes de grupos de izquierda y no como traidores a las Fuerzas Armadas.



V M -Además estaba la idea, sostenida tanto desde la Alianza para el Progreso como desde la Unión Soviética, de que los militares eran agentes del desarrollo nacional, en tanto encarnación de la nación. Hoy nos reímos de ese discurso, pero los estados nacionales latinoamericanos se fundaron en torno a las Fuerzas Armadas y a los cuerpos diplomáticos.


A L -Si la pregunta era si creían o no en los postulados de los comunicados 4 y 7, creo que realmente sí. Yo sigo teniendo muchas interrogantes. Lo de Trabal me genera muchas dudas cada vez que lo estudio. Lo que creo es que realmente había un núcleo chico que creía en esas tesis “peruanistas” –probablemente Trabal incluido–, pero a los militares lo que más los unía era un discurso contra los políticos. La mayoría de los generales no creían en esas tesis, claro está, pero dejaron hacer porque lo veían como parte de un paquete de choque contra los políticos.


A Trabal lo usaron, por sus contactos con Jaime Pérez (dirigente del PCU) y la gente del PDC. De todas maneras la historia demuestra que ese núcleo peruanista no tuvo la fuerza suficiente y fue internamente arrasado. Los militares del Frente estaban totalmente en contra del levantamiento de febrero. Está la famosa anécdota del general Pedro Aguerre, que cuando le dicen “triunfamos, levantaron nuestras banderas”, él dice “sí, para quemarlas”.


Que había gente que creía en los comunicados 4 y 7 lo abona el hecho de que entre el 73 y el 74 hubo una verdadera pulseada entre los militares y Juan María Bordaberry por la conducción de la política del gobierno. Bordaberry, que reivindicaba una política liberal, gana esa pulseada cuando nombra a Végh Villegas. Él mismo lo dice: “Cuando nombramos a Végh se acabó la discusión”.


A R -Creo que hay un elemento que Alfonso señala bien cuando habla de pulseada. Era una pulseada política. Tanto los militares como los políticos hacían política. Desde el punto de vista ideológico había militares comunistas, que después fueron procesados por serlo, había militares tupamaros, socialistas, constitucionalistas. No eran un partido político como para que pudiéramos incluirlos en un solo paradigma ideológico.


¿Por qué se da el fenómeno de las logias dentro de las Fuerzas Armadas? Era una forma de asociación que permitía romper las lógicas de mando y los alineamientos político-partidarios para instalar otro tipo de contradicción y poder resolver la relación de fuerzas, que era lo fundamental.


En el marco de esa pulseada, que yo defino como una lucha política y por la correlación de fuerzas, entre febrero y junio hay cantidad de cambios de mando a nivel de tropas: aquellos que pertenecían a la línea más civilista-constitucionalista fueron desplazados.


Y luego, ya bajo la dictadura, hay cantidad de militares destituidos en aplicación del inciso G, otros se exilian.


Vania fue demasiado generosa al detenerse en los años cincuenta para referirse a las Fuerzas Armadas y su papel. Podemos ir a Lenin, a aquello de que “la lucha de clases no se detiene en la puerta de los cuarteles”, como un referente para ciertas posiciones de izquierda que veían la necesidad de incorporar en el bloque de los cambios a sectores militares.


Febrero fue un gran retroceso, pero no necesariamente en febrero estaba anunciado junio, entre otras cosas porque en ese lapso no había ningún movimiento armado que desafiara el orden en el interior del país: los sectores que luego fundaron el PVP en marzo del 73 ya se habían replegado a Buenos Aires, y el MLN ya casi no tenía capacidad de réplica después de la ofensiva estatal del 72. En ese sentido es que el golpe de junio fue también un ajuste de cuentas entre sectores que no coincidían dentro de las Fuerzas Armadas. Y lo de Trabal sigue siendo un enigma.


- Pero la dictadura contó con apoyatura civil. ¿De qué sectores?


A L -Un sector de los blancos herreristas y parte del pachequismo.



"El concepto de seguridad y de visión de lo ocurrido entre nosotros a lo largo de muchos años es lo que justifica, jurídica e históricamente, la participación que hoy tienen las Fuerzas Armadas en la vida nacional y sus nobles y elevados objetivos". (El País, 21 de julio de 1974).

"(…) De ahí han surgido las versiones de que en el Uruguay soportamos una de las dictaduras más crueles de América Latina, y se procura dar patente de verdad en el exterior por medio de datos estadísticos ridículos sobre uruguayos asesinados, presos, torturados o forzados a abandonar el territorio nacional". (El País, 27 de junio de 1978)
 
  "Las Fuerzas Armadas abandonaron los cuarteles, no impulsadas por bastardas ambiciones de poder, sino cediendo al imperativo de librar a la Nación de la inminente amenaza del caos y de la ruina". (El País, 21 de agosto de 1979) 



A R -Precisamente, para no verlo todo en clave política: una de las grandes deficiencias que tenemos en la investigación historiográfica es que no hemos podido profundizar en los sectores civiles, empresariales, financieros, que usufructuaron el statu quo dictatorial. Hay sectores productivos que claramente se beneficiaron con la dictadura.


A L -Lo que no hubo acá fue, a diferencia de otros países, una expresión pública, política, incluso empresarial, de apoyo abierto a la dictadura. Los intentos que se hicieron en ese sentido, como el partido que intentó crear el general Néstor Bolentini, el de Gregorio Álvarez, fracasaron. No hubo como en Chile un apoyo explícito.


V M —Pero sí hubo una burocracia del Estado que se mantuvo: Juan Carlos Blanco primero fue viceministro en democracia y luego ministro bajo dictadura. Ningún régimen se mantiene 12 años si no tiene apoyos, políticos, económicos. Y sociales, de la gente que no protesta, de los muchísimos que siguen viviendo una vida normal.


-Entonces falta investigación precisamente sobre eso, sobre el papel de los civiles en este proceso.


V M -El tema de la creación de consenso es un tema grande sobre el cual está empezando a haber investigaciones, y que se ha estudiado para otros regímenes autoritarios en el mundo.


A R -Uno tiende a ubicar siempre a las dictaduras basadas en la fuerza. Pero hay sectores de la sociedad que desde el punto de vista cultural, ideológico o de la propia cotidianidad, se incorporan a la lógica dictatorial por apatía, indiferencia o hasta por apoyo expreso. O por miedo.


La dictadura uruguaya fue incapaz, sin embargo, como bien decía Alfonso, de transformar ese apoyo en expresiones organizadas activas, aunque hubo una política cultural que tendía a eso, con las fechas patrias, con el deporte.





A L -Sí, pero nunca lograron nada muy sólido. El Año de la Orientalidad fue un ejemplo de eso. De ahí que en el 80 la gente votara en contra en el plebiscito. Mi hipótesis para explicar esa respuesta de la gente es que en Uruguay los hogares fueron el último reducto, el último refugio de los valores del sistema democrático. Cuando empiezan las primeras movilizaciones, en el 79, el 80, los dirigentes de los partidos se reunían en casas de familia. Hubo una tradición que, más allá de lo público, se mantuvo en la familia, en lo íntimo.


A R -En síntesis, presentar el golpe y la dictadura, como un "antes"y un "después" de la democracia, consolida esa visión que coloca las causas fuera de las instituciones en crisis o que fomenta la idea de que la dictadura es producto del comportamiento de sujetos, sea la personalidad del dictador o de la radicalización de actores sociales.


Sin embargo, el caso uruguayo, entre 1968 y 1973, ilustra un proceso de autotransformación del Estado de derecho en Estado de Policía, antes del golpe de Estado y la ruptura democrática.


Es decir, hay una fuerte transformación de la legalidad en sentido punitivo que la propia constitución posibilita y las mayorías parlamentarias autorizan: Medidas Prontas de Seguridad, gobierno bajo decreto, estado de guerra interno, ley de seguridad del Estado y del orden interno, militarización de los trabajadores, suspensión de garantía individuales, juzgamiento de civiles por tribunales militares, desconocimiento del Poder Ejecutivo de decisiones del Poder Judicial, etc.





Sostengo que la crisis de la democracia en los años sesenta es de degeneración de la democracia. Desde mediados de los años cincuenta hasta principios de los años setenta del Siglo XX, nuestro país vivió una gradual degradación del sistema político y la convivencia democráticas. Ese carácter procesual de los acontecimientos refuerza la idea de degeneración.


Estas aproximaciones pretenden contribuir a explicar, por qué, en plena etapa civilizatoria, con la poliarquía más sólida del continente, al menos desde los años cuarenta, acontece la violencia entre orientales, el quiebre institucional y el terrorismo de Estado por más de una década.




Debate:

Dra. Vania Markarian: (Uruguay, 1971). Licenciada en Ciencias Históricas y Ciencias de la Educación. Escritora.

Álvaro Rico Fernández: (Montevideo, Uruguay, 1953). Doctor en filosofía, docente e investigador uruguayo.

Alfonso Lessa: (Montevideo, Uruguay, 1962). Periodista, profesor, investigador, politólogo y escritor uruguayo.












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1 Comment


Mario Pérez
Mario Pérez
Jun 28, 2020

¡Excelente debate! Gran nivel. Ayuda mucho a que hay que hacer las interpretaciones según el momento histórico.

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